En un capítulo de la popular serie
estadounidense “Covert Affairs” la milanesa argenta y la parrillada son
protagonistas inesperadas de una trama de espías. Pese a que el mercado está
cerrado desde hace años para nuestro producto más emblemático, la carne vacuna
argentina es presentada como sinónimo de calidad indiscutible, aún para
aquellos que nunca probaron un bife argentino.
La sensual agente Annie Walker[1] debe
trasladar a un presunto espía italiano para realizar un intercambio de prisioneros
hasta la lejana tierra Argentina. Es el inicio de la trama de “All the right friends”[2], un capítulo de la segunda temporada de
“Covert Affairs”[3], la
exitosa serie de espías creada en 2010 y que se emite en la Argentina a través del canal de cable AXN.
“Mucho cuidado con el frío”, le advierten desde la CIA , como si se tratara de un viaje al Polo Sur. Aterrizan
en un desolado aeropuerto de la “Provincia de Entre Ríos”[4],
rodeado por montañas nevadas (¿?) pero el otro avión, el que debía llevarse al
italiano, no aparece. Walker llama a la central y le dicen que la otra nave
tuvo que aterrizar en las Islas Malvinas –Falklands-
por malas condiciones climáticas. “¡Las
Malvinas!”; exclama ella, “¡Eso queda
como a cuatrocientos kilómetros!”, asegura, quebrantando todas las reglas
cartográficas, desde Américo Vespucio en adelante.
En medio de esa charla tan
esclarecedora, retumban unos disparos y la agente se ve obligada a huir junto
con su prisionero por los desolados caminos rurales de la gélida tierra
argentina.
“Toman prestada” una
camioneta, en rigor, una chata destartalada, y recorren los senderos inhóspitos
de esa curiosa Entre Ríos montañosa. Llegan a una estación de servicio -precedida
por el cartel “Campos de petróleo argentino, nafta”-, una suerte de rancho
mexicano con antiguos surtidores oxidados, y el italiano se niega a seguir
camino sin comer algo. Entran al rancho, a cuya vera se puede ver a un “nativo”
abanicando el fuego de una parrilla de tambor con un diario, y la agente se
acerca a la barra de tablones, esquivando gallos y gallinas que huyen a su
paso. En el fondo de la escena hay un viejo televisor que transmite un partido
de fútbol con imagen descolorida y lluviosa.
Ella vuelve a la mesa –adornada
con un sifón- con un extraño paquete y se lo extiende al italiano: “UUUhhhhhh, milanesa”, exclama, en perfecto
castellano, el espía.
Y además, por si el
televidente medio estadounidense fuera tan elemental en las artes culinarias
como en las geográficas, explica –ahora en inglés-, con los ojos clavados en la
milanesa: “Carne, pan rallado, huevo,
todo frito rápidamente”, y concluye mientras la desgarra, tomándola con
ambas manos: “Por eso quiero tanto a la Argentina ”.
No contentos con el giro
gastronómico de la escena, los guionistas le hacen decir entre bocado y bocado:
“La carne vacuna argentina es la segunda
mejor del mundo”, en un claro guiño a los ganaderos texanos.
Pero hay más: la agente de la CIA , conmovida por el fanatismo del italiano, que mordisquea
con fruición la carne empanada, agrega: “Yo
prefiero la parrillada” (“Pariiada”,
pronuncia, en un castellano forzado).
“Parrillaaadaaaaa, bene”, rubrica el tano.
Zombies futboleros
A partir de allí, la trama
languidece en escenas que bien merecerían un análisis sociológico y proyectan
al mundo una imagen demencial del pueblo argentino: cuando por fin llegan a
Buenos Aires –ilustrado por tomas aéreas de archivo- se enfrentan a verdaderas
multitudes callejeras que festejan, gritan y saltan por doquier casi como un
ejército de zombies barras bravas, embanderados con la celeste y blanca, con
gorros, cornetas y vinchas, festejando algo, no se sabe bien qué, vinculado al
fútbol.
Después, solamente queda
tiempo para el final feliz: el italiano no era espía sino periodista, los
protagonistas se enamoran pero deben separarse porque ella solamente está
comprometida con la CIA y su único amor es la justicia y la libertad del
mundo democrático.
Fin.
La serie, en líneas
generales, presenta todos los clichés del género: los agentes de la CIA son buenos, lindos, pulcros, occidentales y
cristianos y luchan por un mundo mejor y más democrático; los países amateurs
–como definía Mafalda a los subdesarrollados- son un rejunte de personas
amontonadas y propensas a la anomia; los europeos son sofisticados pero
decadentes; las personas de rasgos árabes son sospechosos por portación de cara
y el mundo conspira permanentemente contra los Estados Unidos, tierra de
superhéroes y guardianes de la moral.
Y en esa desquiciada paleta
de prejuicios y egocentrismo, propia de Homero Simpson, radica la importancia
de la imagen de nuestra carne.
Está visto que el guionista
de la serie ni siquiera se tomó el trabajo de buscar datos en google, lo cual le hubiera demandado
unos pocos segundos.
Simplemente escribió la
historia con las vagas ideas que le “flotaban” en la cabeza. “Argentina,
Argentina…”, pensó antes de aporrear las teclas de su computadora, “Malvinas,
fútbol y carne”. Bingo, la historia estaba escrita antes de llegar al papel.
Después fue sólo cuestión de rellenarla con tiros y una pizca de romance.
Carne argentina y marca país
El documento fundacional de
la Marca País Argentina[5]
proclama: “El desafío de que toda una
sociedad alcance acuerdos básicos sobre su identidad, sobre lo que es y sobre
cómo quiere ser vista, ciertamente no es una tarea sencilla. Sobre todo si este
objetivo tiene luego que expresarse en un mensaje concreto y en una determinada
imagen, susceptibles de poder ser comunicadas al mundo, de modo tal que
acompañen todas las acciones hacia el exterior que resulten pertinentes”.
En ese contexto –aunque no
siempre “las acciones hacia el exterior” resultan pertinentes- La carne vacuna,
por elección propia y por la mirada de terceros es uno de los elementos
constitutivos de la marca argentina. Más aún, de la “imagen” argentina que es
mucho más importante y abarcativo que una “marca”.
Y esa imagen es tan fuerte
que se sigue proyectando en forma espontánea –como en la serie mencionada- incluso
sobre un mercado que está injustamente cerrado para nuestras carnes desde hace
años y que motivó que la Argentina presentara una demanda ante la
Organización Mundial
del Comercio (OMC).
De cara al futuro poco
importa, entonces, esa situación coyuntural de los mercados mientras que
millones de norteamericanos que se atiborran con carne molida en restaurantes
de comida chatarra piensen –y sigan pensando- en la famosa, renombrada y
sublime carne vacuna de las pampas y continúen proyectando con sus producciones
esa imagen al mundo entero.
“Al citar el nombre de nuestro país en el exterior
se conforma de modo reflejo una cierta imagen mental. Desde el punto de vista
de la exportación, la imagen del país deberá matizarse, es decir hay que
distinguirla de la imagen de nuestros productos. La imagen de nuestro país a
nivel turístico que puede ser excelente, no es igual a la percepción automática
y casi inconsciente de la imagen de los productos que fabricamos a no ser
algunas típicas excepciones como la carne”, escribió al respecto Pablo Furnari[6] en la
revista PyMEs del diario Clarín[7].
De acuerdo al especialista,
para entender la importancia del fenómeno “imagen” hay que hacer el
razonamiento inverso y pensar en los valores de ciertos productos que son
atribuibles a sus países de origen: “precisión suiza”, “tecnología japonesa”,
“perfume francés”, “pasta italiana”, “vodka ruso” o “cigarros cubanos”.
Y en ese juego de la
connotación y la denotación que se da en el inconciente colectivo
internacional, más allá de la brutal caída en el stock vacuno, más allá de las
trabas a las exportaciones, mucho más allá de Moreno[8] y los
ROES[9], la
carne vacuna sigue siendo atributo, significante y parte constitutiva de la Argentina.
Y todo esto, de cara a un
mundo que demandará cada vez más alimentos, con un crecimiento estimado del 2%
anual en lo referido a carnes bovinas, es una muy buena noticia, más allá de
que los guionistas de la primera potencia mundial crean que en Entre Ríos hay
montañas nevadas o que los argentinos somos un ejército de barras decadentes
enceguecidos por el fútbol.
Publicado en la revista Integración nro. 26 –
octubre de 2012
[1] Protagonizada por Piper Pearbo, joven actriz
que trabajó en películas como “Coyote Ugly” y participó en episodios de series
como “House” o “La ley y el orden”. Por el papel en la serie fue nominada al “Golden
Globe”.
[2] “Los amigos correctos” o
“Los amigos indicados”. El capítulo fue filmado en 2011.
[3] “Asuntos encubiertos” o
“Asuntos ocultos”. La serie, realizada por USA Network, comenzó a emitirse en
2010 y va por su tercera temporada.
[4] El episodio fue rodado en
Canadá.
[5] Emitido por las
Secretarías de Medios de Comunicación, Turismo y la Jefatura de Gabinete de Ministros
(2004).
[6] Especialista en comercio exterior y marketing.
[7] 2007.
[8] Guillermo, Secretario de Comercio Interior.
[9] Nombre de los resistidos permisos de
exportación implementados después del cierre de exportaciones en 2006.