lunes, 30 de agosto de 2010

Porcel, Francella y otros carniceros famosos


A diferencia de otras latitudes en las que los carniceros son representados en cine y TV como oscuros trabajadores de una morgue o perversos asesinos –alcanza con ver películas como “Delicatessen”[1] o “Pandillas de New York”[2], por citar dos ejemplos bien disímiles-, en la Argentina el afecto desmedido por la carne vacuna les otorga un lugar de privilegio en el entramado social, ubicándolos como personajes alegres, simpáticos y confiables.
Es así como el exitoso Guillermo Francella (devenido en actor “serio” tras su papel en “El secreto de sus ojos”) saltó a la fama personificando a un carnicero de barrio en la tira “De carne somos”, que se comenzó a emitir en 1988 y hasta tuvo una olvidable versión teatral. Francella, que venía de trabajar en peliculones como “Johnny Tolengo, El Majestuoso”, representó a un típico carnicero de barrio, querible y solidario, e inmortalizó frases poco académicas como “A comeeeerlaaaa”, utilizando el doble sentido entre la carne vacuna y la “otra carne”, la más carnal de todas, ambas instaladas en el podio del morbo colectivo nacional con el título “carne argentina”.
Curiosamente, muchos años después y con ríos de celuloide en sus espaldas, una de las últimas películas de Francella, aún sin estrenar, se titula “Choripán”[3].
También el recordado Jorge Porcel, uno de los últimos “capocómicos”, incluyó al carnicero “Pulpeta” como personaje central en su ciclo “Las gatitas y los ratones de Porcel” (Canal 9, 1987-1990). En ese sketch, el gordo, lejos de la inocencia del personaje compuesto por Francella, recibía en cada envío la visita de la vedette Sandra Villarruel en su carnicería. Villarruel, con modos aniñados, llegaba semidesnuda y desencadenaba diálogos poco memorables, tan groseros como absurdos, en donde el chorizo, la morcilla, el peceto y la colita de cuadril siempre terminaban siendo protagonistas.
Aunque por esos años aún no existían datos estadísticos que fundamentaran la elección de los personajes, la intuición de los creadores de los programas mencionados no estaba errada. Según un estudio de mercado que realizó la empresa TNS-Gallup para el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) en el 2006, los carniceros son los integrantes de la cadena de la carne con mejor imagen, con casi el 80% de valoraciones positivas. Asimismo, un estudio complementario de la misma consultora demostró que el 70% de los argentinos sigue comprando carne en las carnicerías y no en supermercados, y que las amas de casa los consideran “palabra santa” a  la hora de decidir la compra.
Pero la historia de los carniceros en la tele no termina allí. Una de las novelas más vistas de los últimos años, “Son de fierro” (Canal 13, 2007-2008), presentó como personaje principal a Osvaldo Laport en el papel de un sufrido laburante de barrio, que la peleaba, delantal y cuchillo en mano, desde un humilde mostrador de carnicería.
También la tira “Alguien que me quiera”, que se emite actualmente por Canal 13, presenta las historias de un conjunto de personajes que trabajan en un supermercado. Y, como no podía ser de otra forma, en la historia hay un carnicero humilde, de barrio, interpretado por Miguel Ángel Rodríguez, un actor que, quizás condicionado por su aspecto y su fisonomía, siempre hace de tipo bueno y simpático. 
Si nos guiamos por datos estadísticos disponibles, los guionistas no tendrán que esforzarse por encontrar nuevos arquetipos cotidianos y habrá carniceros para rato en la TV: de acuerdo a un censo realizado en 2008 por el IPCVA, solamente en Capital Federal y Gran Buenos Aires existen casi 12.000 puntos de venta minorista de carne, es decir, una carnicería cada 953 habitantes. Y en cada una de ellas, un “carnicero amigo”.
Tanto es así que incluso desde lo lingüístico se puede detectar el lugar de privilegio que ocupan en la vida cotidiana. Mientras que para la Real Academia Española “carniza” significa “Desperdicio de la carne de matanza” o “carne muerta”, para los argentinos el termino es simplemente un apodo cariñoso o, al menos, cotidiano: “¿Sabés? Cuando el carninza me anticipó tu espiche, rajé para la morgue, llorando, te lo juro; no puede ser, me dije, si anoche, estoy seguro, estaba lo más pancho truqueando en el boliche”.[4]
Luis Fontoira
Publicado en la Revista Integración
Agosto-Septiembre 2010


[1] Jean-Pierre Jeunet, Marc Caro, Francia, 1991
[2] Martin Scorsese, EE.UU. 2002
[3] La película fue dirigida por Alfredo Arias.
[4] “El finado”, Joaquín Gómez Bas.

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