lunes, 29 de marzo de 2010

Carne argentina: qué mal se TV

Desde el recordado noticiero cinematográfico “Sucesos Argentinos”, de la época de Perón, hasta los actuales sobreimpresos del Secretario de Comercio Interior en los partidos de “Fútbol para todos” -con el asado a $ 10,50-, la publicidad oficial multimedia fue una herramienta a la que recurrieron todos los gobiernos argentinos, los democráticos y los dictatoriales, los legítimos y los no tanto.
Claro que en las épocas en las que se pretendía exaltar hasta el paroxismo la “argentinidad” como valor cristiano, burgués y liberal en contraposición al avance del comunismo subversivo, la propaganda oficial no solamente fue más profusa y perturbadora sino que además echó mano a la iconografía vinculada a la carne, uno de los aspectos más salientes del imaginario colectivo nacional.
En 1977, en medio de la desaparición, la tortura y la muerte, el gobierno de Jorge Rafael Videla atacaba con imágenes camperas desde las pantallas de los canales oficiales (es decir, todos) con ayuda de las más prestigiosas agencias de publicidad.
En una de las piezas más emblemáticas, hecha en animación (“dibujitos”, como se le decía entonces), se veía una vaca Hereford pastando alegremente entre risueños pajaritos, con un locutor en off que recitaba: “Argentina, tierra de paz y de enorme riqueza”. En ese momento, la música se tornaba truculenta y aparecían unos monstruos de dientes filosos que corrían hacia la vaca. El locutor también se volvía sombrío mientras el animal adelgazaba en un veloz ataque de anorexia: “Argentina: bocado deseado por la subversión internacional que trató de debilitarla para poder dominarla. Eran épocas tristes y de vacas flacas. Hasta que dijimos basta”. Con el enérgico “basta”, la vaca se enojaba, pateaba y corría a los monstruitos. “Basta de despojo, de abuso y de vergüenza”, insistía el locutor, como dándole ánimos. “Hoy vuelve la paz a nuestra tierra y esa paz nos plantea un desafío: el de saber unirnos como hermanos en el esfuerzo de construir la argentina que soñamos”, concluía, con tono dulce el relator y la vaca terminaba feliz, con un ternerito mamando tiernamente de sus ubres otra vez llenas junto a un gauchito que la alimentaba.
Era la época de los argentinos derechos y humanos, del también gauchito del Mundial ’78, y de la otra “carne argentina” de los televisores Hitachi, que lanzaban en minishorts al estrellato a Adriana Brosky en la publicidad de fines de la dictadura que a pura hembra disfrazada de futbolista remataba “Qué bien se TV”.
En esos años de plomo otro spot presentaba un mapa de la Argentina con aspecto de bife de costilla, y unos señores –fragmentos de señores, bocas, brazos, manos- que parecían sacados de una película de clase Z le iban arrancando partes con desesperación homicida. "Unámonos, y no seremos bocado de la subversión", rezaba el locutor de turno, en el cierre de una publicidad que no desentonaría en la previa de un ciclo de Vincent Price.
Para la época de los comerciales, cuando la recesión comenzaba a hacer estragos e implicaría, por ejemplo, que el frigorífico Swift echara a dos mil trabajadores en huelga, cada argentino consumía 89 kilos de carne vacuna por año. Claro que el stock rondaba los 60 millones de cabezas y la población apenas arañaba los 25 millones de habitantes.
La dictadura finalmente caería, a fines de 1983. Sin embargo, la carne seguiría siendo una de las protagonistas estelares de la publicidad nacional. Pero eso es otra historia.

Luis Fontoira
Publicado en la revista Integración
Nro. 3 - Marzo de 2010



lunes, 1 de marzo de 2010

Asado & rock: It´s only costillar but I like it

Algunos días después de aquel nefasto “Si quieren venir que vengan”, voceado a lo Perón por el General Leopoldo Galtieri con voz etílica desde el balcón de la Casa Rosada, comenzaban las bajas argentinas en las Islas Malvinas. Al mismo tiempo, una orden de tintes castrenses llegaba a todas las radios del país: “queda terminantemente prohibido emitir canciones en inglés”.
Allí comenzó –pese a la funesta situación que le dio origen al fenómeno- la época de mayor popularidad del autoproclamado “Rock Nacional”, que rápidamente se encargó de describir casi todos los aspectos de esa época de sangre en la que se derrumbaba la peor dictadura de la historia argentina.
Y entre canciones que criticaban la guerra, la represión y daban cuenta de los muertos y los desaparecidos, el asado irrumpió en la temática rockera, ocupando un lugar casi tan importante como el que habían tenido los “burros” y la “timba” para el tango de la década del cuarenta.
“Virus”, una de las bandas emergentes, realizó una primera pintura de la argentinidad de los ’80 con su irónico “Me fascina la parrilla”: “Me fascina la Argentina, con la parrilla yo me puedo copar...”.
Desde una postura más radical y con otra estética, el tardío movimiento punk argentino, representado por “Los Violadores”, tuvo como himno de aquellos años el tema “Represión”, que pintaba la oscura realidad nacional. “Hermosas tierras de amor y paz, hermosa gente cordialidad, fútbol, asado y vino son los gustos del pueblo argentino”.
En 1982 pese a la crisis, la inflación, la guerra, la desocupación y el default, cada argentino consumía 72 kilos de carne vacuna por año y el stock era de casi 53 millones de cabezas, registrándose una exportación de 500 mil toneladas.
Unos años después, ya entrado el gobierno de Raúl Alfonsín y con el rock aún en el centro de la escena, el consumo treparía hasta casi 83 kilos por habitante, con un stock levemente superior y exportaciones que apenas arañarían las 270 mil toneladas.
En los noventa, en medio del reinado liberal y las privatizaciones, el asado siguió siendo protagonista en todas las vertientes del rock vernáculo, como en el absurdo tema “La vaca y el bife” de Las Pelotas (“Aberdeen Angus tenía una vaca, Aberdeen Angus, hacía mucha caca, pero un día cuando yo dormía, la amordazaron, ni ‘mu’ decía, la llevaron y terminó echando humo en una parrilla”), o en el contestatario “Olvídalo y volverá por más” de “Hermética”, referente del Heavy Metal de las Pampas (“Politiqueando un doctor de la ley, ganó un lugar con sólo prometer, carnes asadas convidó al pueblo, que dio su voto creyendo”).
A principios de la década caracterizada por esa suerte de poesía nihilista “ramal que para, ramal que cierra”, el consumo de carne era de 72,5 kilos por habitante, con un stock similar al de los ’80 pero casi diez millones de habitantes más y 300 toneladas de exportación.
El nuevo milenio trajo nuevas bandas y nuevas formas de describir el siempre complejo “ser argentino”, como la exaltada “Argentinidad al palo” de la “Bersuit” (“Descuartizan vacas en el norte…”), pero siempre con la presencia indiscutible del asado. Los ejemplos pueden ser tan extensos como caprichosos, pero para botón de la muestra se puede mencionar grupos como “The Asado” y “Asado Violento” -con su CD “Chory Invaders”-, o discos como “Un Asado en Abbey Road”, de los festivos Kapanga.
Actualmente, más allá de los avatares que moldearon el espíritu del rock criollo desde aquel boom de 1982, el asado sigue siendo un componente esencial de la cultura joven, exaltado hasta el paroxismo por la despreocupada banda cordobesa “Los Caligaris” en su pegadizo “Asado y Fernet”: “¿Compramo’ una pizza?, ¡NO!, ¿hacemos mondongo?, ¡NO!, ¿comemos puchero?, ¡NO!, ¿Entonces qué hacemos?... Hagamo’ un asado, tomemo’ ferné, hagamo’ un asado, tomemo’ ferné”.

Luis Fontoira
Publicado en la revista Integración
Nro. 2 - Febrero 2010