
Veamos algunos ejemplos. Las abuelas decían “fuerte como un toro” para referirse a la buena salud de un pequeño. Se sostiene que alguien tiene “lomo” o “buen lomo” cuando presenta un cuerpo agraciado y curvilíneo, en el caso de las mujeres, o musculoso, en el de los hombres. Se es de “buena entraña” si se tiene buen corazón. Pegar un “buen bife” es un vigoroso atributo de masculinidad, como lo proclaman algunas letras de tango, “ir a los bifes” es ocuparse de algo rápidamente y con pericia, y hasta el peceto (o “pesheto”) es reconocido por el “Diccionario etimológico del lunfardo” como sinónimo del miembro viril (“Tener un buen pesheto”).
La enumeración -es cierto, caprichosa-, podría extenderse a jergas específicas como la del periodismo, en la que “tener buena ‘nerca’” o “buena carne” es poseer buena información. Ni hablar, entonces, de frases con connotaciones sexuales como “carne de ternera” o “tener un buen cuadril”.

Las únicas excepciones en este pequeño compendio del profuso lenguaje carnívoro de los argentinos son las palabras “vaca” y “vaquillona” –usadas frecuentemente como adjetivos- que inequívocamente designan a una persona que está excedida de peso (“Sos una vaca”, “estás hecha una vaquillona”).
Tal vez precisamente por ese uso peyorativo que se les da a esos dos sustantivos convertidos en adjetivos calificativos es que, según un estudio de mercado realizado en 2006 por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), la vaquillona es una de las categorías de vacunos menos apreciadas por los argentinos, pese a tratarse de un animal óptimo para el consumo.
De sustitutos y carnes alternativas
Pasemos, en contraposición, a las carnes y comidas alternativas o sustitutas para terminar de entender la pasión de los argentinos por la “carne”, palabra que es utilizada en nuestras latitudes exclusivamente para referirse a la carne vacuna pese a que, por definición y aunque parezca tautológico, cualquier carne es carne (pollo, cerdo, pescado, cordero, etc.).

Todo esto sin mencionar la connotación de las palabras que provienen del mundo de las legumbres y las hortalizas (zanahoria, perejil, zapallo, rabanito, etc.), todas utilizadas para descalificar al destinatario. Tampoco entremos en los oscuros significantes que el morbo argento atribuye a determinadas comidas, como “ñoqui” (que, asimismo, define a un empleado público que no trabaja pero cobra a fin de mes, los días 29).

Se podría concluir -sin temor a equivocarnos y aunque la frase no sea muy académica-, que la lengua de los argentinos, es de vaca.
Publicado en la revista Integración
Nro. 4 – Abril de 2010
Fuentes: Diccionario etimológico del lunfardo (Oscar Conde, Perfil libros, 1998), Diccionario fraseológico del habla argentina (Pedro Luis Barcia, Gabriela Pauer, Emece 2010), Puto el que lee: diccionario argentino de insultos, injurias e improperios (Barcelona, 2006), Diccionario del argentino exquisito (Adolfo Bioy Casares, 1971). El consumo de carne vacuna en la Argentina (TNS-Gallup, IPCVA, 2006).
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